Hoy os presento el inicio de lo que me gustaría que fuera una serie dedicada a los cuentos infantiles.
Todos los niños tienen un cuento favorito, un personaje con el que se identifican, una historia que le llega.
De todos es bien sabido que a través de los cuentos se fomenta el vínculo entre padres e hijos, se desarrollan los sentidos del niño y su imaginación, se enriquece su lenguaje, estimulan su inteligencia y les ayudan a forjar su identidad.
La Princesa y el guisante es un cuento de Hans Cristian Andersen publicado en 1835 en el que las mujeres tiene un papel preponderante.
Todo comienza en un reino con un príncipe heredero soltero y necesitado de una princesa con la que casarse. La reina presenta al hijo varias candidatas y a todas las somete a una prueba para comprobar si realmente son de sangre real. Para saber si realmente tienen sangre azul, la madre las invita a dormir en una cama con varios colchones bajo los cuales ha colocado un guisante. Sólo aquellas que notan la hortaliza bajo los mullidos colchones son realmente aptas para su hijo.
Ninguna lo logra hasta que una noche aparece la única superviviente de un naufragio que llega al castillo empapada, agotada y tiritando. Siguiendo la tradición hospitalaria de los castillos, la muchacha es aceptada y atendida. Después de cenar, la madre manda preparar una habitación con la misma prueba del guisante. A la mañana siguiente la muchacha aparece con grandes ojeras y fatigada. La reina le pregunta por la cama y ella responde que tenía algo que no la dejaba dormir y que probablemente le ha llenado la espalda de cardenales, demostrando así ser la esposa idónea para su hijo.
Al final, la persona elegida para ser futura reina era una mujer lo
bastante valiente para sobreponerse al viento y al naufragio, con la bastante
sangre real para no dejar de notar el guisante y lo bastante educada
para no quejarse hasta ser preguntada.
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